Ante la pena, lentejuela.

La autora, Carola García López, fotografiada por Migdalia Luz Barens.

Episodio I

Erotismos Automovilísticos











Crecí con una palanca entre mis manos. 

Recuerdo un carrito que parecía un caculo. Era de cambios, standard como le dicen por estos lares. Mi Madre, la Lolín, me enseñaba, sin ninguna paciencia, a balancear el cloche con el acelerador en las cuestas del campito de Cupey Alto, entre mocos de terror por mi parte. Desde entonces, tengo una fijación con los carros de cambios. Aquel cloche era tremendito pero lo domé a fuerza de jaldas y curvas. Amo guiar tirando cambios. Es de las pocas cosas en la vida que controlas verdaderamente, o por lo menos eso me empeño en creer....

Cuando me mudé a Madrid no tenía coche pero mi amigo Rey Castillo de Luna sí. No es una imagen ficcional, mi amigo en efecto se llama así, Rey Castillo de Luna.....
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(((Paréntesis Líquido))) 

Rey Castillo de Luna era de nuestra hermana República Dominicana y estudiaba Medicina en Madrid. Nos conocimos en el “Gimnasio Argüelles” donde daba clases de aeróbicos al ritmo de Vico C, Juan Luis Guerra y cuánta música caribeña encontraba para animar a aquella población de seres diversos que iban a mis clases en este pintoresco barrio madrileño que amanecía lleno de botellines de cerveza y vómitos estudiantiles. Vivía rodeada de Bares.

Hacíamos squats, los cuales considero son los precursores del perreo, con “Viernes 13” de Vico C y saltábamos cual conejos desaforados enfocados en una visa y culo para un sueño. Eran los finales de los ochenta y Madrid se contaminaba dulcemente con nuestros ritmos. La gente empezó a aprender salsa, merengue y bachata. En el bareto “Sal si puedes” las pocas sirenas caribeñas que habíamos para esa época nos sentíamos reinas de la noche. 

Carola, durante los 80, en Madrid. Fotógrafo desconocido. Imagen cortesía de la autora.

Francamente, no sé cómo pero lo hacía todo. Estudiaba por el día en el programa de intercambios de NYU in Spain y con el Teatro Clásico Español. Muchos fines de semana hacía performance en las discotecas de la marcha madrileña con “Senso Act Company” grupo dirigido por Augusto “Chacho” César Carreras. Estas discotecas eran más grandes y estaban más llenas que Plaza el día antes de navidad. En la “Universal Sur” cabían más de 1,000 almas sedientas de cachondeo. Bellaqueo, en puertorriqueño. 

A veces, bailábamos pero la mayor parte del tiempo estaba actuando. Me daba mucha vergüenza decir que era bailarina aunque tengo entrenamiento, así que me convencía de que era una actriz que actuaba que bailaba. Otras veces hacíamos acciones como entrar a una jaula surrealista para gallinas y gallos con un atuendo semi desnudo mitad “fauno colorao” inspirado en el Infierno de Dante, Chacho era muy “too muchhhh.” 

Para esa época era más devota que ahora y yo le pedía a San Antonio de Padua que por favor no hubiera un boricua en la sala. Me daba pánico que hubiesen caribeños expertos en el contoneo mientras yo actuaba que bailaba. En Cádiz, al sur de España, bailé un número por los dioses de la salsa, Richie Ray y Bobby Cruz, que felizmente no vió ningún boricua.****

Ojo, y aquí me sale la nerda… ensayábamos y nos curramos esas piezas performáticas cómo si estuviésemos poniendo en escena un melodrama del siglo de oro. En la discoteca se iba a trabajar. El jangueo, lo hacíamos en los camerinos. Conocí a mujeres trans españolas fabulosas, enanos que enrolaban los mejores porros del universo y acróbatas brasileños. Hasta actué que bailaba topless y con gistro en la mítica discoteca Pachá de Ibiza y recibí el amanecer con Chacho en un bar gay que no dejaban entrar mujeres haciéndome pasar por “Manolo.”

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(((Cierro Paréntesis Líquido))) 

De vez en cuándo, Rey Castillo de la Luna me dejaba conducir su BMW verde compacto por la Gran Vía. Me creía la reina de la fiesta patronal boricua en España. Al regresar a la isla, dónde tener un carro es tan vital como beber agua, me compré otro caculito con ruedas, verde en homenaje a mi amigo de nombre revolucionario. 

Al ser mamá, conseguí una guaguita también standard con sunroof y todo. Ceci se salía por él mientras le ponía canciones de Fito Páez y entraba triunfante por la Calle Luna del Viejo San Juan hasta que me la robaron justo al frente dónde vivíamos en Sol 16. La lloré cómo a un familiar, nunca me dejó a pie. De ahí tuve un cochecito plateado que también me robaron a plena luz del día en Hato Rey.

Entonces, llega en la pandemia mi nueva nave, a la cuál bauticé laicamente como “Perrishhhh”. Tiene un motor turbo 1.5 VTEC y llega hasta sexta. Le metes chambón y llegas a Japón. ¡Wow! ¡Eso hasta rimó!!!!!

“Perishhh” es la fantasía de los mancebos bellos de los valet parkings. Me encanta llegar a sus costas y decirles así muy seria “¿Tú guías standard?”. Es muy sexy ver como se les iluminan los labios con un “si”. En las gasolineras acabo hablando de motores y aceleraciones con esos jóvenes tan bellos que se te hace la boca y los bajos agua.

Los mecánicos y los gomeros no son la excepción. Los otros días, cambiando la sexta goma… (Sí, ya llevo 6 remplazos de gomas. En este país hay más cráteres que en la luna). El mecánico en cuestión era más serio que la guardia de seguridad de la difunta Reina Isabel II. Pero, cuándo vio el motor, de soslayo, la mirada en diagonal, dijo bajito pero contundente... “Turbo…” y se le abrió la sonrisa como una fruta madura. A lo que añadió ésta picarona “...y es de cambios y tiene sexta.” 

Aquel Príncipe del Reino de los Motores y yo terminamos hablando de sistemas de seguridad para que no me roben a Perrish y yo lo que quería verdaderamente era que me propusiera amor eterno…

¡Ay, cómo me pierden los carros de cambios y los seres que trabajan con sus manos…!

Tengo una fijación con los trabajadores bárbara como diría mi abuela. Para mi también las ferreterías son espacios de una sensualidad contundente.... me pone ver a esos seres con antebrazos abultados y manchados de polvo fino pedir tuercas y tornillos. Procuro llegar seria, con los materiales memorizados para no titubear ante el temblequeo interno de mi bellaquería. 

Disfruto mucho coger carretera en mi Perrish. Me sazono con el humo que da la risa, pongo música a to’ fuete, meto chambón y contoneo mi torso y pelvis en nombre del perreo combativo del verano de 2019 mientras toco una maraca. Tengo la fantasía de que en una luz se sincronice una mirada de deseo y me sorprenda el amor... así ante un semáforo indiferente, que nazca la voluptuosidad erótica… He imaginado tantas veces esa mirada y cuando me monto la película sub-atómica y digo, “míralo, ahí está al lado mío… déjame disimular y mirar…” Me topo con la Señora Encojoná que nunca me mangó bailando en una jaula en España o con un abuelito a punto de colgar la licencia de conducir. 

No está fácil pretender encontrar en la brevedad de un semáforo el erotismo… porque a estas alturas del campeonato sabemos que nada dura para siempre, sólo tengo la certeza de los cambios y de la palanca de mi adorade caculo no binarie, Perrish. 

Gracias por leerme, Pupilas. 
Hasta pronto...


Carola García López

****(Como dato curioso les cuento que en esa época la Mamisonga de Sonya Cortés “Pa’ que te jaltes” se jaltaba de chavos bailando salsa con su pareja de baile hoy fallecida, en la televisión española y cuanto de bembé apareciera. Hasta a la realeza y la “jet set” le bailaron. Qué mucho jodimos y nos divertimos en aquellas interminables noches de marcha madrileña. ¡Te abrazo con palabras, Sonya!)



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