Diario San Juan 02

¿Aprovechas cuando la intuición te dice que tienes que cambiar? Lee el mensaje detrás de esta tirada al final de la entrada del diario.

6.11.23


Escribo de nuevo desde la sauna. Anoche estuvo chévere pero hoy la estoy pasando más cabrón. Me estoy enrollando con un jevo por todo el espacio. Es un poco más alto que yo, tiene una chiva canosa, es calvo y tiene unos pecs hermosos. También tiene un pene enorme. 

Por un rato de la noche solo queremos estar juntos. El otro daddy pingón* de anoche, que parecía una escultura grecorromana, solo quería estar conmigo. A él sólo le mamé como por media hora. Ambas noches tuve espectadores. 
Finalmente en Santurce hay una noche con brisa. Estoy sentado en la terraza del espacio, con una toalla de rayas azules y blancas, media suelta y la pinga al aire. Me siento libre. Un señor, que anoche no me hizo caso pero hoy me sonríe, se sienta a comer unas papitas al lado mío. Me pareció un lindo gesto luego de verme cogiendo por el culo con el jevo por todos los recovecos de la sauna. 
Hoy fue el último día del primer taller que tomé con José Luis Vargas sobre los 4 acuerdos. Fue un intensivo de dos días en la Escuela de Teatro en Río Piedras. Estoy agradecido de salir de ahí con nuevos acuerdos personales, expandiendo el multicosmos de mi consciencia. Todos tenemos uno. Es increíble. Nuestras mentes tienen muchos universos y añadirle una nueva vela, para maniobrar nuestra manera de ser, es un acto de amor propio. 
Darle la espalda a mi yo bellaco** porque estoy entrando a otro nivel de vida no es la opción. No puedo borrar ni bloquear quién fui ni tampoco puedo parar mis deseos. Pero sí puedo modificar cómo me muevo dentro de ese espacio de inframundo liminal. 
El regalo más grande que tuve en mi última relación fue que aprendí a amar mi cuerpo y ahora puedo decir un no firme y calmado a quien se me imponga y no operar desde la sumisión, basada en una necesidad necia que busca validación. 
La primera vez que dije no fue cuando vivía en Nueva York. Tenía a un jevo metiéndomelo y sabía que no quería tenerlo adentro. Sí, el chico me gustaba, me hacía reír, pero tenía unas sombras en las que no me quería adentrar. Lo empujé fuera de mi y le dije que no podía hacerlo. Dormimos juntos y al otro día le di agua con pepino antes de irse para su casa. Ese “no” me dio la libertad de volver a usarlo en todos los otros aspectos de mi vida (las veces que sea necesario).
Me siento libre también porque esta semana tuve mi chequeo rutinario y todo está bajo control. Tuve un scare de un STD pero las pruebas adicionales salieron negativas. Este año perdí la virginidad con la clamidia y la gonorrea. Cuando me enteré badtripié*** pero descubrí que esas dos - con los nombres horribles que tienen - no se quedan en tu cuerpo para siempre. Una semana de antibióticos y ya. La decisión de decírselo a tus parejas es individual. Puedes mirar en retrospectiva y ver si alguno de ellos te dejó saber que tenía algo. Si te lo informan, lo más sensato es que uno también de a conocer datos íntimos sobre su historial de salud sexual personal. Para muchos, esto toma mucho tiempo para comenzar a indagar. Pero cuando lo haces también desatas libertad porque conoces tu cuerpo desde un lugar sin miedos. Somos seres boricuas bellacos y el verano cada vez está más caliente.
Tomé el taller con una amiga que es sexóloga. Luego nos fuimos a tomar una cerveza en el parque Gándara. Ella me recordó que nuestros cuerpos son organismos y que los virus necesitan células para existir. Son parte del ciclo de la vida. 
Terminé de escribir en mi diario y decidí dar una última vuelta para despedirme del pana. En medio de uno de los polvos le dije que estoy empezando a hacer contenido y me gustaría grabar algo con él. Me despedí de él en uno de los pasillos y luego se encontró conmigo en los lockers. Intercambiamos teléfonos, le enseñé cosas que he estado grabando. La primera vez que me vi frente a la cámara disfrutando un momento con un amigo me hizo sentir una libertad que nunca había escuchado dentro de mi. Fue, “wow, esto está bien”. 
Deseo ser una persona impecable con mis acciones. Todo lo que hago viene desde una decisión consciente. Cuando actúo desde los impulsos, es porque me lo permito. Esas acciones incluyen hacerte un cacio e pepe con pollo frito de air fryer cuando llegas de la sauna. 
Llevaba unos días con la nostalgia del recuerdo de ver todas las noches a mi primer mejor amigo de Barcelona hacerse su espaguetis con mantequilla y queso parmesano. Me quité la ropa, me quedé en mis boxer briefs anaranjados y herví agua en la tetera. Prendí la estufa, tiré al agua hirviendo a hervir más en la olla. Luego que los espaguetis estaban listos, tiré casi toda el agua donde se cocinaron y guardé un chispi para tirarle del queso que tenía en mi nevera desde el 2018. La capa de hongo de cueva fluvial que tuve que raspar para llegar a la parte buena hizo que finalmente descartar el zip lock con los pedazos de quesos para rayados ancestrales. 
Me lo comí todo escuchando una entrevista a Gabriel García Márquez sobre el miedo. Dormí bien.
   

6.4.23

¿Cómo uno sabe cuándo alguien está jugando contigo? ¿Quién decide quién marionotea a quién? ¿Cuán rápido puede empezar un gaslighting? 
Estoy sentado en la grabación de un reality show en el Hotel San Juan. Mi amigo William está compitiendo. Estoy aquí por él. Porque creo en lo que está haciendo. Alguien de producción me sentó detrás de la fila de los jueces. Saludé a Gali y a Miss Gala. A Gali le gustó lo que llevaba puesto. El silk shirt dress del closet de Vicki del Thrift de Pitipuá/johnny & june en el que participé ayer en la mañana.
Pero tengo muchas ganas de llorar. Me acaban de rechazar. Pienso que me usaron como experimento. He estado aquí antes. Me han coqueteado y me enganché en una tensión sexual insoportable. Pero decidí no entrar a la dinámica de juguete. I haven’t done the work for this.
Tercera llamada. El show va a comenzar. En realidad no quiero hablar del tema aquí. Tengo que soltar y continuar porque yo también decido exponerme a escenarios arriesgados. 
La realidad es que tengo un llamado a la soledad que temo pero también se siente como el salto del loco

5.21.23 - 5.24.23

El camino más lógico si estás en San Juan para ir a Jayuya es tomar la autopista 52 en dirección al oeste hasta la salida de la carretera 10 en Arecibo a Utuado y de ahí sigues el camino por la 111 y luego derecha en la 144 hasta llegar allá. Pero, me sentía aventurero y decidí tomar la recomendación de Google Maps: una serpentina de terror a través de las montañas de Ciales. La última vez que tuve esos niveles de ansiedad en una carretera fue cuando atravesé los Pirineos de madrugada en medio de una neblina cegante en el Peugeot 205 de mediados de los noventa de mi primer novio catalán, durante mi primer verano en Barcelona. Las carreteras eran mareos como esta última oración que acabas de leer. 
No sabía dónde estaba pero la ruta era pintoresca. Quizás algún cartógrafo de Google vino a la isla y dijo “Ah, mira, esta ruta está jodida, pero hay mucho platanal, trozos de carretera baldía y subes y bajas de película a través de las montañas de Puerto Rico.” Sí, conducir debajo de las estructuras robóticas del alambrado de energía eléctrica tiene su encanto, pero llega un momento que estás harto y quieres retomar las carreteras habituales. 20 minutos en curvas se sienten eternos. El pen del dispensario y la playlist de música electrónica francesa de finales de los 90 me ayudaron a calmar la ansiedad. A mitad de camino llamé a mi padre y compartí mi localización con uno de mis hermanos. “Estás por Cialito, ¿por qué cogiste por ahí muchacho? Hubieses cogido la 10.” Lo sé. Pero ese día aparentemente me apetecía una ruta blair witch project y mi yo curioso estaba al mando. 
La carretera termina en un chinchorro que estaba repleto y cuando vieron mi guagua transformer mad max ready pa’ burning man apareciendo por las penumbras del platanal, salieron a felicitarme cómo si hubiese terminado un 10k. Tenía muchas ganas de pararme para un palo**** pero podía caer en la trampa de la fantasía de tirarme un macho de campo. Hoy no tenía tiempo para eso.  
Llegué a la casa de uno de mis hermanos y me recibieron con abrazos y whiskey. Somos seis. Todos chicos. Yo, el maricón, bi curioso, poli picky. Rompí el hielo y saqué el pen. “¿Quieren fumar?” Este fin de semana estábamos hermanos 1, 3 y 4. Salimos a dar una vuelta por el Festival del Tomate. Sentía una energía de libertad traviesa con ellos y papi. Al otro día, de camino a recoger a Titi Julia, mi padre se pegó***** del pen.
En la mañana vi una fresa silvestre asomándose detrás de una verja en la acera frente a la casa de mi hermano. Me agaché para contemplarla y mis ojos se llenaron de lágrimas. Uno de los recuerdos más lindos de mi niñez es cuando solía ver fresas silvestres a lo largo de la carretera. Mis padres siempre se detenían porque mi chillidos de emoción acaparaban el station wagon. Me soltaban como perro salvaje en medio de las curvas para comérmelas todas. Esta vez simplemente la observé con mi niño interior y supe que sería un día bonito. 
Sentado en la parte trasera del Jeep militar de papi comencé a pensar en Daniel. No sabía nada de él pero tenía muchas ganas de algún día enseñarle este lado de la Isla. Lo tenía muy presente, era cómo si estuviera ahí conmigo. Para distraerme, comencé a hacer muchas preguntas, Titi Julia me enseñó su receta de bacalaitos e indagué sobre nuestros antepasados. Descubrí que mi bisabuelo era un “enamorado que tuvo hijos por doquier” y mi abuelo paterno había sobrevivido la explosión de una montaña antes que hubiese nacido mi padre. Instantáneamente entendí mi naturaleza bellaca y rocnrolera. Lo único que podía hacer era abrazarla. Al final del día, mi padre nos llevó a cenar a la Hacienda Gripiñas. Es hermosa. Quisiera esconderme ahí para escribir. Luego regresamos en caravana y en la salida de la autopista hacia San Juan me despedí de mi padre y mi hermano Ricardo. Regresé a mi apartamento en Santurce decidido de comenzar la semana con un chapuzón en el Escambrón. 
A las 7 de la mañana del lunes fui a revisar el correo. Había un catálogo de Ikea, alguna cuenta por pagar y un sobre color crema sin dirección remitente timbrado marzo 16 desde São Luis, Brasil. 
¿Esto es un chiste? ¿Estoy soñando? Me pellizque y me senté en las escaleras del apartamento del primer piso del edificio dónde vivo. Daniel me escribió una carta por mi cumpleaños. Ver su letra fue como recibir uno de sus largos abrazos. La reconocí inmediatamente porque tengo en mi escritorio un pedazo de papel con un crash course de hebreo que él me dio en El Normandito la noche que fuimos a la laguna. 
La carta es un manifiesto de vida, un deseo a una vida plena, llena de creatividad y calma. Mientras lo leía, podía escuchar su dulce voz y lágrimas bajaban y bajaban por mi cara. Daniel me pregunta si logré ir a Buenos Aires. No, pero esto es un gran regalo. 
Durante el transcurso del día, bajó la euforia de haber recibido la carta. Me hice indiferente. Mi yo que rechaza afecto vio el gesto como otra misión cumplida. Podía tachar a Daniel del to-do list. Le subí el volúmen a mi estado de introspección y me di cuenta que ese modo de actuar ya no es normal para dónde me encuentro emocionalmente. 
Daniel me estaba enseñando a permitirme recibir afecto y no ser yo el que usualmente hace los grandes gestos de amor para cautivar a mis parejas. Mire hacia atrás y llegué a la realización que nunca había recibido algo así de ninguno de ellos. Daniel era yo a los 23 enviando tratados de amor desde un bus en el Cairo a un jevo whatever en Nueva York, a mi primer novio de la universidad, desde otro bus en Nueva Orleans luego de ver mi primer Warhol. También recordé una postal bonita que le escribí a Ezequiel desde el New Museum en Nueva York justo cuando empezábamos y creo que Xavi tiene una postal vintage de esas de amapolas. 
Una semana más tarde me fui a la laguna para escribirle una carta a Daniel. Desde que nos despedimos en el aeropuerto le escribo cartas cuando siento la necesidad de comunicarme con él. Cuando está muy presente. Cuando el hilo rojo se siente demasiado tenso. Usualmente las escribo cuando tengo preguntas. Cuando tengo la curiosidad de saber más sobre él y también cuando le quiero contar algo mío. También le cuento de mis aventuras. De cómo se siente San Juan, que lo estoy esperando y al mismo tiempo no porque la vida no es una opera italiana.  
Hace unas semanas mi psicólogo me preguntó porque seguía tan enganchado a este encuentro. Tomé una pausa y le expliqué que por primera vez sentía que alguien me había traído colores nuevos a mi caja de crayola. No me las quitaba (como solía pasarme). Creo que lo que más agradezco es que mantuvo su palabra cuando nos dimos los últimos besos en el aeropuerto. Parado de puntas nos besábamos en la entrada de la serpentina hacia las puertas de abordaje. Daniel no me quiso dar su email ni sus redes. Ninguna atadura cibernética.
Nuestros terceros ojos se despedían y le pregunté cómo nos mantendríamos en contacto. Nos dimos un beso, jugué con su barba y me dijo en su acento ruso israelí, “Tengo tu teléfono, tengo tu dirección. Te tengo.” 
Ha pasado más de un mes desde que llegó la carta. La leo a diario. Sería lindo volver a saber de él. El cabrón me tiene. 


5.20.23

La noche que dejé de trabajar en La Parroquia me fui con dos amigos buscando fiesta. Manejé hasta Río Piedras porque esa noche había un party de techno en Club 77 pero cuando llegamos estaban las luces encendidas y los camareros limpiaban el área del bar. Eran casi las cuatro de la mañana y atravesamos la Ponce de León hasta el Normandito. 
No habíamos caído en cuenta que esa era la primera noche de los conciertos de Bad Bunny en Coachella. El Normandito estaba a tope. La pantalla del televisor blasteaba****** un live feed desde el desierto en Indio, California. Crucé por el mar de gente y me agaché en la esquina de la barra dónde siempre me atienden rápido. Quizás es por el squat que hago al estilo conejita de Playboy. Al menos eso es lo que pienso en mi cabeza. 
Uno de mis amigos me pasó su American Express para pagar por las dos Medallas y mi Jameson con agua de coco. Más coco que Jameson, por favor. Mi amigo Wili me enseñó a beber este palo. Es una bebida inteligente. Te emborrachas pero te hidratas al mismo tiempo. Ni en el Normandito, ni en La Parroquia ni en muchos otros lugares aceptan American Express así que mi pana me pasó su tarjeta de crédito de Amazon. Se sintió bien no ser el que pasaba la tarjeta a un jevo para que pagara por mi. El cambio de roles fue refrescante. 
La energía en el Normandito era igual a una noche de boxeo o a la del Miss Universo. La mezcla de euforia y patriotismo nos hizo olvidar la junta, la ley 20/22, el colonialismo, las deudas de tarjetas de crédito y los jevos que nos dejan en seen por las redes sociales. Todo el mundo cantaba cada suspiro de Benito y yo brincaba como un demente porque la nota ya estaba haciendo efecto. 
Esa noche probé la ketamina por primera vez. El pánico de la culpa católica y el qué dirá mi tía abuela por yo morir en un k-hole se fue cuando mi pana me aseguró que todo estaría bien. Siempre que se consumen drogas alguien te dice lo mismo. “Tranqui, llevo toda la noche haciéndolo, la ketamina es super terapéutica”. Ok… Me di dos pases de keta y mi otro pana me pasó de su perico y me di dos pases más. 
Me gustó mucho ser bartender pero la mixologia no es mi llamado de vida. Soy una persona social y salir de mi palomar para atender a la gente fue muy agradable. Febrero, marzo y parte de abril fueron un experimento social que me hizo abrir los ojos. De lo que más me di cuenta fue de la cantidad de personas que están en relaciones tóxicas. El jevo controlador, la jeva manipuladora, el  que está loco por salir de esa relación o la que no puede más. Usualmente tenía una mitad de la pareja que me pedía que le leyera el tarot mientras servía un daiquiri o el enésimo Moscow Mule de la noche. Maldito sean los Moscow Mules. La gente no se da cuenta que el ginger beer tiene más azúcar que una coca-cola. Estaba harto de hacerlos. 
Las lecturas de pareja usualmente incluían al menos una o la combinación de la torre, el tres de espadas, el diablo, el siete de espadas, el cinco de copas o la muerte. “Algo tiene que cambiar. Algo no está funcionando. Esto es una ventana que hay que aprovechar. No lo digo yo, lo dicen las cartas, solo soy un mensajero. No se preocupen. Estas son de mis cartas favoritas.” La mitad quería salir huyendo me miraba con ojos de agradecimiento en silencio mientras que el lado del vertedero usualmente no regresaba a pedir más palos e intentaba no prestarme atención durante el resto de la noche mientras que su pareja me miraba como una especie de oráculo Superman. 
Ojo. He sido los dos. He sido el novio que ha querido salir corriendo y también fui por mucho tiempo el tóxico, el controlador, el celoso, el piscis insoportable que manipulaba todo con la asistencia de lágrimas porque no sabía cómo salir de la relación, así que le hacía la vida imposible al otro hasta que decidía dejarme. Eso fue a mis 27 y a mis 31. El divorcio de los 39 fue otra cosa. Entré a mi última relación con todas las malas costumbres que no reconocía pero gracias a casi 7 años en terapia, enfrentamientos a mi madre, conversaciones crudas con mi padre - dignas de películas francesas de los años 80 -  el kundalini y una ex pareja que me acompañó a través de todo ese camino repleto de mierda, pude terminar esta última relación de buenas.
Cuando Benito terminó el concierto, mis dos panas y yo salimos para seguir bebiendo y pasarnos la coca y la keta. Uno de ellos empezó a palidear y yo me topé con una pareja con la cual tengo tríos dignos de pornhub. Fui a ellos de una. Le dije check it a mis panas. Los tres estábamos muy contentos de vernos. El que más me gusta de los dos enrolaba un fili, lo prendió y me lo pasó. El otro jevo se fue a buscar perico. Nos movimos para el lado del Normandito que estaba desolado y empezamos a grajearnos. El sol comenzaba a asomarse. Los invité a mi apa y dijeron que sí. 
Mi apartamento estaba hecho un caos. Eran las 7 de la mañana y Rosa llegaba en 2 horas a limpiarlo. Pero cómo los chicos estaban de camino, hice la limpieza más rápida de mi baño, tiré la basura y recogí el salón en 20 minutos. Manguera, escoba, baking powder, vinagre, enfoque y control. Las drogas de mis panas casi ni se sentían pero el subidón estaba ahí. 
Recibí a los chicos y nos quedamos bellaqueando en el salón. Nos dimos una hora para bellaquear. Tenía la pinga super dura. Se lo quería meter a los dos pero no quería que Rosa llegara a ver la escena de dos culos desnudos flotando sobre mi futón. Rosa es acuariana, sandunguera, le gusta la bachata y las Heineken pero hay que respetar los límites. Después que los chicos se vinieron, nos despedimos con besitos en el portal de mi edificio. Sería chévere estar en un throuple con ellos. Tengo un pana de España que tiene un throuple en Londres con dos jevos y se ven de lo más contentos. Creo que estaría feliz siendo el airbag de una pareja que quiera avivar su relación. 
Dormí 90 minutos. Rosa entró a mi habitación a decirme buenos días y yo me quité la máscara de mis ojos (cumpliendo con mis fantasías de Holly Golightly) y me levanté de la cama en boxers a darle un abrazo. “Mi niño, siga durmiendo que la noche parece que fue larga”. Traté pero cuándo me levanto no hay marcha atrás. Me vestí y salí a buscar desayuno para los dos. Primera parada fue en Paolo’s Playhouse para un dirty chai latte de la resurrección y luego buscar algo más contundente en La Carreta. 
Ese jueves en la tarde mi padre me llamó para decirme que se iría de fin de semana con mis dos hermanos mayores a Jayuya. Me incluí en el plan. Llevaba mucho tiempo con ganas de re-conectar con mis hermanos y con el lado de la familia de mi padre. El lado matriarcal se enfocó en mantenernos adormecidos en Arecibo, haciéndonos obviar el lado de mi padre porque era el jíbaro, el del campo. Y, “¡Uy, las curvas!” 
Pasé demasiado tiempo cegado por ese discurso y mi voz interior llevaba por los últimos dos - tres años pidiéndome reconectar con la familia de papi. El lado de mi madre cada vez es más y más diminuto y me cuestiono  por qué  nos han  mantenido tan alejados de esa parte  de mi familia. Encontré la excusa perfecta para cancelar mi turno del sábado en La Parroquia y quedé con Papi para salir hacía allá a las 11. Terminé cogiendo la carretera a las 6 de la tarde, luego de una siesta de cuatro horas. No me enteré cuando Rosa se fue del apa.   




5/22/2022

No puedo seguir desviándome. Tengo que contarte sobre Dorado Beach. Regresar al cuerpo del placer. Hace seis días volví ahí. Estuve tres días por allá asistiendo una amiga que vino a hacer un fotoreportaje para Travel + Leisure. 
El Dorado Beach de ahora es como el puerto de un crucero galáctico que aterriza en las islas del Caribe. Pero de verdad. Aquí, a media hora de Santurce. 45 si hay tapón. En Dorado Beach solo se habla en inglés al menos que alguien haga la primera movida de hablar en español. Todo el mundo estaba de buen humor salvo a una chica que estaba trabajando en el área de la piscina. Era lunes. Entendible. 
El sandwich de bechamel con huevo frito y mucho queso parmesano por encima estaba cabrón. Los detalles de la re-construcción son salvajes. Los quiebrasoles ahora están sobre nosotros en las áreas comunes, protegidos por un plexiglass a prueba de todo creando la sensación de estar debajo del mar. 
Los uniformes van de anuncio de crema humectante de los alpes, chica de Polinesia y mayordomo de James Bond. Desafortunadamente, los peores vestidos son los concierges que harán lo que tu pidas a cualquier hora vía mensaje de texto. “Los uniformes fueron diseñados por un inglés”, me cuentan mientras nos escoltaban a nuestro desayuno en el segundo día de fotos. La visión resort británica colonialista imperial no machea tanto pero por alguna razón, funciona. También funciona la biblioteca que está abierta las 24 horas. 
Los empleados vienen de muchos lugares. El director del spa es polaco pero llegó a la isla via el Hotel Bvlgari en Dubai. Su mano derecha es una bond girl inglesa con descendencia asiática. El director de los concierges es de Venecia. La GM, española. Dorado Beach es un microcosmos internacional. Midsommar, White Lotus, Young y Nine Perfect Strangers.
Quería ser otro boricua más indignado con lo que está pasando en Dorado pero algo sucedió; conecté con sensaciones que estaban adormecidas desde que era niño. La visión periferal recordó la danza de las uvas playeras mientras caminaba por sus veredas y nos paseaban en carritos de golf. En Dorado Beach, nadie camina. Si te pudiesen llevar al toilet en carrito de golf, lo harían. Al regresar a las habitaciones mi energía reconoció que ahí estaban los duplex originales de Toro Ferrer los años 50. Las unidades modernistas fueron remplazadas por villas de verano en una isla romana del siglo III antes de cristo. Pompeya, Puerto Rico. Le pregunté a nuestra acompañante del hotel si construyeron sobre las estructuras originales. “No. Todo se demolió excepto los cimientos.” Mi corazón se detuvo por un segundo. “Eso ahora no se puede hacer.” 
Mientras flotaba en la poza sagrada de Dorado Beach pensé en mi inocencia más pura. En esas sensaciones que nos llevan a momentos de pureza virginal. Sí, el cuerpo almacena mucho trauma, pero también, nuestros cuerpos mantienen recovecos muy poderosos donde se almacenan los placeres inocentes de la vida. Abrir ese portal lo cambia todo.
Regresemos a los lugares dónde plantamos las primeras semillas de nuestros deseos más primarios. Si ese lugar no existe, dibújalo. Piensa si has alcanzado algunos de ellos. Quizás sí y no te has dado cuenta. 

Miguel Figueroa

Lee aquí la primera entrada de Diario San Juan.
Foto de portada por
Yamillex Montañez.
Edición por
Ana Cristina Frías.




Diccionario boricua
*pingón - un hombre con un pene grande y gordo. 
**bellaco - cachondo, horny, una persona salida, alguien que quiere tener mucho sexo.
***badtripié - cuando te ocurre algo desafortunado. Anglicismo de badtrip. 
****palo - un drink, un cocktail.
*****pegó - cuando alguien se pega a algo con mucho esmero. 
******blasteaba - anglicismo de blasting, se utiliza para decir que algo está a todo volúmen. 

Lectura del tarot
SI te sale la muerte en una tirada, considéralo un buen auguro. No temas. La muerte es parte del ciclo de la vida. Pero no eso solo la muerte física. Es también quienes fuimos o que versión de nosotros no queremos soltar. Pero, ya no se puede seguir en esas. Estás en el momento correcto para renacer. No te pongas vago ni perezoso.

La rueda de la fortuna honra los ciclos. Es un momento donde estás fuerte para hacer los cambios que quieres en tu vida. No pierdas el tiempo. Honra los ciclos de todos los seres. Comunícate en horas sensatas. Esta semana trata de bajarle al workaholic.

El cuatro de copas te recuerda que puedes resbalar estando demasiado en la cabeza. Mira al rededor y verifica si estás en la vida que siempre has querido tener. Atesora cada momento. Pero si no estás satisfecho dónde estás, es un buen momento para manifestar la vida que quieres.

Estamos en una era de uniones sagradas, llenas de amor, intimidad, pasión y complicidad. No fuerces relaciones. Deja la movie. El amor no es solo sexo, el amor no es solo gozo. Eso dice Olga Tañón. Mira a ver cómo se siente tu energía realmente al rededor de las personas que te atraen. Es un momento óptimo para ser selectivo con tu hedonismo.






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